La nueva religión del fútbol

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(UESLEI MARCELINO/Reuters)

13.06.2014 – He leído recientemente a alguien en Facebook que decía: “Despidámonos de una buena parte de la población. Comienza el Mundial”. Me hizo mucha gracia. Mi sobrino de siete años hoy ni siquiera quería ir a clases “porque empieza el mundial”. Mientras tanto en Brasil siguen discutiendo, los obispos sacaron tarjeta roja a los organizadores, los taxistas han hecho huelgas, y la seguridad sigue siendo muy discutida. Pero la población brasileña está lista: camisetas y banderas amarillas y verdes adornan las calles en fiesta para animar al equipo anfitrión

El mundo es así. Mientras unos lloran, otros ríen; mientras unos beben solos, otros brindan entre amigos; mientras unos rezan, otros pecan, y mientras unos viven unos días pendientes del Mundial, otros seguimos viviendo la rutina como cada día. Pero todos buscando ser felices, llenar nuestros corazones de sentido y creyendo que hacemos lo mejor.

Ciertamente todos necesitamos momentos de distensión y disfrute porque bastantes dificultades y esfuerzos trae de por sí la vida ordinaria. Sin embargo, el fenómeno del fútbol siempre me ha llamado la atención. No es sólo una anestesia que hace olvidar los dolores, se vuelve una nueva religión, un verdadero ritual festivo. Los aficionados tienen auténtica devoción a su equipo. Los estadios son las nuevas catedrales donde se vive un espectáculo litúrgico dantesco. Se practica el culto a la salud y a la hazaña corporal. Es la “religión” con mayor número de adeptos y practicantes en España (más de la mitad de la población mayor de edad tiene interés por el fútbol). Los balones, las camisetas y demás objetos de este culto se convierten en objetos sagrados. Se trata de una fiesta catársica que eleva el espíritu de los implicados. Fiesta en los estadios y fiesta en las calles, emocionalmente intensa y a la vez creadora de encuentro comunitario. Con unos efectos considerablemente duraderos.

Se creía que con la modernidad, la  racionalidad y la eficiencia técnica acabaría con cualquier vestigio ritual o festivo. A mí me hace pensar si acaso muchas personas (miles de miles) han sustituido sin darse cuenta sus religiones tradicionales por la nueva religión del fútbol. Esto me demuestra que el ser humano sigue siendo un ser espiritual, necesitado de ritos, fiestas, encuentros, emociones intensas, conciencia colectiva de pertenencia, comunión y trascendencia. El corazón humano no ha cambiado demasiado, los estadios de fútbol son las nuevas catedrales donde se expresan las devociones modernas y las necesidades humanas de siempre.

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