07 Mar Después de cinco días en Irak
Foto: Stringer/Reuters
XISKYA VALLADARES / The Objective
02.01.2015 – Regresé hace tres días de Irak. Ahí he pasado la Navidad junto a los miles de cristianos refugiados que han perdido todo cuando ISIS arrasó sus ciudades de Mosul y Qaraqosh. He tocado su dolor, han compartido con nosotros su miseria, hemos celebrado la navidad más auténtica de mi vida. Y hoy cuando leo que estos días han caído cientos de yihadistas, que las fuerzas de seguridad han matado a 300 miembros del Estado Islámico en Dhuluiya (a 50 km. de Bagdag), sinceramente no me alegro. No deseo para ellos el mal que han provocado a mis hermanos cristianos hoy refugiados. Ellos mismos nos decían estos días: “No sentimos odio hacia ellos, lo hemos perdido todo, solo nos queda la fe y el sueño de poder volver a nuestras casas”. Pero ¿tiene que ser violencia sobre violencia la que les devuelva sus hogares?
Liev Nikoláievich Tolstói escribió: “Solo hay una forma de poner término al mal, y es devolver bien por mal”. Y Martín Luther King, en su discurso de Atlanta en 1967, dijo: “Apuesto por un mundo mejor. Apuesto por la justicia. Apuesto por la fraternidad. Apuesto por la verdad. Y cuando alguien apuesta por todo eso no puede abogar por la violencia. Porque a través de la violencia puedes matar al asesino, pero no puedes matar el asesinato. A través de la violencia puedes matar a un mentiroso, pero no puedes establecer la verdad. A través de la violencia puedes matar a alguien que odias, pero no puedes matar el odio a través de la violencia. La oscuridad no puede apagar la oscuridad, sólo la luz puede hacerlo.” ¡¡¡Cuánta verdad!! Pero qué contrario al pensamiento natural de este mundo.
Seguro que a estas alturas más de uno ya estará pensando que soy una idealista. Yo, sin embargo, me considero con una visión muy clara de la realidad. He estado en Irak cinco días. He dicho muchas veces, aquí en The Objective, que me duelen los miles de víctimas de ISIS. Y hoy ellos no son un simple número para mí, sino rostros con sus historias concretas. Porque no se trata solo de los masacrados, sino también de todos esos que en un minuto lo han perdido todo, que han tenido que huir y vivir ahora refugiados en carpas y edificios en obras, en medio del más terrible frío y de la más cruda pobreza. Me duelen. Pero lo que más me duele es la violencia que ha provocado toda esa barbarie.
Terminamos un año más de nuestra historia, el 2014. Un año de vergüenza en Oriente Medio. El año del terror y del éxodo de más de 120.000 cristianos en Irak. Pero qué distinto se vive la historia según desde el lado que estés. Este año he celebrado la Navidad con ellos, con una misa en rito caldeo, en arameo, llena de cantos y gestos preciosos y alegres. Pero al terminar la eucaristía, nuestra cena fue tan solo un trozo de pizza con una coca-cola o agua. Mientras que la alegría no era, por ello, menor o, incluso, era mayor que la de las mesas abundantes, seguras y luminosas de la mayoría de Occidente. Una vez más he constatado que la felicidad no está en tener muchas cosas materiales, sino en vivir con el corazón lleno (de Dios).
Mientras en Occidente discutimos por nimiedades, hacemos problemas por pequeñeces, y dejamos de hablarnos por auténticas tonterías, unos kilómetros más allá, nuestros hermanos de Irak nos abrían gozosos sus casas, vivían hacinados pero felices, nos daban hasta lo que no tenían, y nos contaban con dolor sus historias pero sin lamentar lo material que habían perdido. Solo lloraban por sus muertos. Necesitan, eso sí, una solución. No se puede vivir en las condiciones tan precarias que padecen. Los niños necesitan escuelas. Los jóvenes necesitan un futuro. Los adultos, un trabajo. Han pasado seis meses en auténticos barracones. ¿Cuánto tiempo más les espera?
Ciertamente las fuerzas de seguridad nacionales e internacionales avanzan contra los yihadistas. Pero realmente ¿esa es la solución más estable? ¿No habría que negociar la paz? Ya lo sé que me diréis que hay fanáticos o locos con los que no se puede dialogar. Pero dejadme que siga teniendo esperanza y confianza en la raza humana. Hace poco el papa Francisco conseguía un imposible con la recuperación de las relaciones diplomáticas y económicas entre Estados Unidos y Cuba. No podemos esperar 50 años para que los cristianos puedan vivir en paz y seguridad en la tierra de nuestros patriarcas… La llanura de Nínive, Ur de los Caldeos, hoy Irak.
Me sorprendió ver que España no estaba en la lista de los colaboradores de nuestros hermanos iraquíes. Solo la oficina española de Ayuda a la Iglesia Necesitada con la que viajamos y que ahora tiene un proyecto para construir ocho escuelas ahí. Sin embargo, creo que no podemos pasar indiferentes ante la inminente posibilidad de que el cristianismo desaparezca de Irak. No sé cómo porque no soy política, mi misión se limita a contar lo que he visto y oído, lo que pienso y aquello de lo que estoy convencida, pero los gobiernos no pueden seguir de brazos cruzados. Necesitan presionar a ISIS, dejar a un lado intereses propios, preocuparse por las minorías indefensas y parar de una vez esa brutal carnicería sin sentido. Pero no añadiendo violencia donde ya hay demasiada violencia. Por favor, no cultivemos más una sociedad de muerte.
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