¿Te gusta la vida que estás viviendo?

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Nuestras creencias y nuestro modo de gestionar las emociones son la clave para ser feliz. No depende de lo que nos pasa, sino de cómo afrontamos eso que nos sucede.

26-05-2015 / Neupic – Hace poco terminé de leer el libro «Si esto es un hombre» de Primo Levi. Trata de su experiencia en el campo de concentración nazi de Auschwitz del que logró salir con vida. Me di cuenta del enorme potencial que tienen nuestras creencias y emociones en el modo de afrontar la vida. Esto mismo se ve en otros libros similares como el de Víctor Frankl, «El hombre en busca de sentido», o el del «Diario de Ana Frank».

Siempre que el ser humano se ha encontrado en las situaciones más difíciles, ha habido un grupo que ha sabido sobrevivir, no debido a su suerte, sino a sus creencias y a su forma de gestionar sus emociones. Lo vi también entre los cristianos refugiados en Iraq: Lo habían perdido todo, su casa, sus seres más queridos, e incluso su futuro, pero una paz y una seguridad enormes les hacía afrontar la nueva vida infrahumana desde el perdón y la ayuda mutua. La clave la explicaba monseñor Amel Nona (ex-arzobispo de Mosul, Iraq): «Porque todos nosotros debemos morir, si no es hoy, es pasado mañana. El problema no es morir, el problema es cómo vivir el hoy».

Esto me hace pensar que lo determinante para nuestra felicidad, no son las cosas que vivimos sino el cómo las asumimos. ¿Cuántas veces culpamos a nuestras circunstancias y nos cegamos en nuestras vivencias? Refugiarnos en el papel de víctimas es lo más cómodo. Sin embargo, una misma persona ante un mismo hecho, reaccionará con agradecimiento y verá como oportunidad lo que otra, en sus mismas circunstancias, sentirá como ofensa y tomará como causa de retraimiento o de rebelión.

Todo depende de nuestra madurez emocional, no de las experiencias que hemos vivido o de los hechos que nos han sucedido. Ni siquiera de nuestra oración o santidad. La santidad no siempre tiene mucho que ver con la salud emocional. está comprobado que algunos santos no fueron psicológicamente equilibrados.

Pero ¿a qué me refiero cuando digo creencias? Seguramente habrás oído esa frase de que «lo que crees, lo creas»… La Real Academia Española (RAE) define a la creencia como el firme asentimiento y conformidad con algo. La creencia es la idea que se considera verdadera y a la que se da completo crédito como cierta. Es una idea sin demostración absoluta. Nace de las propias convicciones y valores, pero también de factores externos y sociales. Y las hay limitantes o potenciadoras. Las primeras nos incapacitan para pensar, nos bloquean. Las segundas, mejoran nuestra autoestima y confianza porque nos ayudan a conseguir lo que necesitamos ante algunos hechos.

¡Cuántos sufrimientos inútiles cargamos durante mucho tiempo perdido! ¿Te gusta la vida que estás viviendo? Puedes cambiarla. Casi siempre detrás de un bloqueo hay un miedo. Por eso, nos urge vencer ese miedo que nos paraliza, que nos impide afrontar las experiencias más desagradables, que nos ciega ante nuestros propios errores, y que nos dificulta vivir en paz, desde el amor que nos libera. Pero ¿cómo cambiar nuestras creencias? Hay una forma sencilla pero que necesita constancia:

1) Identificar la idea o persona que nos bloquea (yo no soy importante, yo no puedo, soy incapaz de…, etc.). 2) Escribir cada una de esas creencias (por ejemplo, me da vergüenza expresar mi opinión en público). 3) Transformarlas en otras nuevas que nos ayuden o nos apoyen (me permito hablar en público). 4) Tomar cada una de esas nuevas creencias y convertirme en protagonista de ellas visualizándome en la acción (imaginarme hablando en público frente a un gran grupo de personas éxitosamente) porque lo que imaginamos, lo atraemos. 5) Hacer de esta visualización un ejercicio diario hasta volverlo un hábito. Y 6) La auto observación para no volver a caer en las antiguas creencias.

Este proceso funciona en todos los ámbitos, también en las relaciones interpersonales: Cuando un prejuicio nos predispone negativamente hacia una persona, hagámonos consciente y dejemos de ver la foto de esa persona en el pasado, abrámonos a su presente y démonos cuenta de que esa que a ti te cae tan mal, a otros les encanta. ¿Por qué será? La persona es la misma, quizás el problema está en nuestras creencias sobre ella.

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