La fe por contagio

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Charla para el claustro de profesores del colegio Amorós (Madrid)

XISKYA VALLADARES rpm.

Buenas tardes. Quiero empezar con tres preguntas:

  • ¿Qué os hace estar aquí hoy después de vuestra cansada jornada de trabajo? Espero que no sea solo la obligatoriedad de la Dirección del centro.
  • ¿Qué os llevó a elegir ser maestros y profesores en un centro concertado católico? Espero que no sea la única salida de trabajo que encontrasteis.
  • ¿Y qué os lleva a preocuparos de la vida de los chavales que tenéis cada día en vuestras aulas? Espero que no sea solo el poder mantener un orden y control en vuestras clases.

Estereotipos del docente

Nuestros alumnos conocen muy bien cuáles serían nuestras respuestas, tan solo con nuestra primera semana de clase. Y nos clasifican rápidamente según algunos estereotipos. Si ponéis en YouTube “tipos de profesores” veréis la cantidad de videos que ellos dedican a este tema. Hablan del profesor coleguilla, del aburrido, del ausente, del político, el que cuenta su vida, el rompe-ilusiones, el sobrao, el duro, el exigente, el muletillas, el loco bipolar, el tecnológico, etc.

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Pero creo que simplificando mucho y para lo que nos interesa ahora, podemos dividir a los profesores en dos: El mercenario y el viral. El mercenario es aquel que da su clase, imparte su materia como mejor puede, y no le pidas que eche horas extras, que se preocupe por algo más que la formación académica, ni que le importe nada la realidad de sus alumnos.

En un mundo tan destruido y tan necesitado [ver fotos], no podemos permitirnos el lujo de ser profes mercenarios. Nuestras aulas son reproducción a menor escala de esa realidad que encontramos fuera y para ser felices no podemos quedarnos contemplando lo que vemos sin hacer nada. Somos creadores de futuro. Podemos mejorar el mundo. Esa es una responsabilidad ineludible.

Veamos este video antes de continuar:

¿Qué es lo que produce ese bajo nivel de reincidencia en los presos de la cárcel de Noruega? Yo pienso que es el ambiente, la confianza que el sistema tiene en ellos, y el sentirse cuidados aún dentro de la falta de libertad. Todo ello crea unas emociones más positivas que las que podemos encontrar en cárceles con celdas pequeñas, abarrotadas, llenas de horas sin hacer nada. Y las emociones se contagian. Esto lo sabe, aunque no sea consciente, incluso un niño de 3 años. ¿Quién no ha huido alguna vez de esa persona que nos transmite “mal rollo” o quien no ha buscado refugio en esa que es capaz de contagiarnos su energía o su alegría? Porque las emociones se contagian, sean para bien o para mal.

Las emociones son contagiosas

Según David Goleman, en su libro Inteligencia social, tanto las buenas vibraciones como las malas se contagian tan rápido como los virus de un resfriado. Su estudio consistía en comprobar el contagio emocional de unas personas sobre otras con tan solo ver durante un tiempo unas fotografías que se les iban mostrando. La universidad de California y Yale han demostrado que las emociones se contagian incluso a través de las redes sociales. Esto significa que podemos influir positiva o negativamente en otros. James Fowler lo llama “los tres grados de influencia”. Pero todos los estudios llegan también a la conclusión de que las emociones positivas son más contagiosas que las negativas. Todo este contagio se debe a lo que los científicos llaman las hormonas espejo. Y nos hace sentir aún más la responsabilidad de la misión que tenemos: Somos creadores de futuro.

La fe también se contagia

Nada es más urgente en nuestra sociedad como el dar sentido y sabor a la vida que vivimos y viven nuestros alumnos. En nuestro caso, creemos que la fe es lo único que puede llenar de sentido la realidad. La fe no es una emoción. Pero también se contagia porque produce en nosotros movimientos internos que se transforman también en emociones. Mis amigos ateos de Twitter siempre me dicen que los creyentes tenemos suertes porque podemos vivir la muerte y el dolor con esperanza. Ese sería un ejemplo extremo.

¿Cuándo nos convence una persona creyente? ¿Cuál es el atractivo de alguien que cree por experiencia? Un centro educativo es monstruo grande que puede comernos. Sin darnos cuenta podemos pasar a vivir su rutina por inercia. Se presta a que podamos funcionar con piloto automático, o no. Todo esto se vuelve mucho más significativo cuando estamos en un centro educativo católico.

No sermones religiosos sino vivencias

Nadie puede dar aquello que no tiene. Es algo que hemos oído muchas veces. Podemos aplicarlo a la fe. No podemos contagiar la fe que no tenemos. Porque sabremos decir lo que es políticamente correcto dentro de la cultura religiosa del centro, pero no convencerá. El papa es muy consciente de esto y ha dicho que “la Iglesia crece, no por proselitismo, sino por atracción”.

A nadie nos convencen los sermones, aunque haya momentos en la vida en que los necesitemos. Pensemos en una persona que nos haya resultado atractiva en su forma de comunicar y vivir la fe. Pongámosle nombre. Pensemos qué características le distinguen. Nuestros alumnos, incluso los más pequeños, nos calan mucho más de lo que somos conscientes que transmitimos. No suelen contagiarnos los razonamientos, ni tampoco las conductas por inercia. Nos contagian las actitudes que nacen de las vivencias. Nos contagia el testimonio de vidas atractivas. Los niños y los chavales no tienen un corazón muy distinto al nuestro. A ellos les siguen atrayendo las mismas cosas aunque las busquen en distintos lugares y modos que los nuestros. Les atrae la autenticidad, la alegría, el buen humor, la verdad, la justicia, la ternura, la comprensión, el servicio desinteresado, la humildad, la vida sentida… Todas estas realidades son valores cristianos. ¿Qué tanto los contagiamos en nuestro día a día? ¿Cómo las contagiamos en nuestro ser docente?

Profesores virales

Aunque todos contagiamos aquello que vivimos, no todos somos virales. Un viral es algo que se reproduce (se contagia) a velocidades mucho más rápidas que las bacterias. En YouTube llamamos videos virales a los que en poco tiempo se reproducen mucho. En las redes sociales cada día hay mensajes que se vuelven virales porque se expanden por el ciberespacio con velocidades incontrolables. Tanto es así que el nuevo periódico de Pedro J. dentro de su lista de distribución diaria tiene un apartado que se llama “Y esto se hizo viral”.

En un mundo muy herido, que podemos percibir a través de nuestras aulas, la viralidad, la atracción, se caracteriza precisamente por todo aquello que pone humanizad: el humor, el optimismo, la esperanza, la empatía, la felicidad, etc. No hay mucha diferencia con respecto a la fe. McLuhan lo dijo claro, el medio eres tú. ¿Cuáles son entonces las características del profesor viral?

  • Humaniza en su labor docente
  • Lidera en positivo a sus alumnos
  • Contagia sus valores y sus experiencias
  • Sabe que lo importante es el mensaje, no el medio
  • Tiene un contenido rompedor que contar

Vivir disfrutando de nuestro trabajo, hacer de él una misión, es llenar de sentido buena parte de nuestra vida. Las dificultades se viven mejor, es más difícil que nos roben la alegría, la ilusión aligera el cansancio, la conciencia de que estamos construyendo un mundo mejor nos llena de confianza. Nos sentimos más útiles, más grandes, y mejores, incluso cuando nadie lo reconozca.

Para terminar, os dejo una tarea voluntaria: Construid por salas de profesores vuestro retrato robot del profesor viral católico. Podéis hacerlo por medio de los sentidos: qué huele, qué mira, qué oye, qué hace, qué dice, qué siente… O podéis hacerlo por medio de un dibujo y las distintas partes del cuerpo, también por las características de vuestro fundador.

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