20 Jun Ecología para la contaminación mental
17/06/2016 – XISKYA VALLADARES
La mayor novedad de la Encíclica es ayudarnos a comprender de modo integral la ecología. El papa analiza la realidad aterrizando en detalles como la contaminación, el cambio climático, la importancia del agua, la tierra, el mar, las plantas, los animales, la diversidad biológica… Y junto a esos temas, también la necesidad de justicia para los pobres, la calidad de vida humana, el deterioro social de las ciudades. Dejando claro que todo esto produce las desigualdades planetarias.
A lo largo de todo el documento, Francisco nos invita a recuperar la profundidad de la vida. «La gente ya no parece creer en un futuro feliz», dice. Y constata que “se hace difícil detenernos para recuperar la profundidad de la vida”. Pero voy a centrarme en el número 47 de la Encíclica, que es el que tiene que ver con el mundo digital. Y de aquí quiero extraer tres ideas aplicables a nuestras prácticas:
- Vivir sabiamente el mundo digital: “Las dinámicas de los medios del mundo digital [que], cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad”.
- Evitar la contaminación mental: “La verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental”.
- Cuidar la calidad de nuestras relaciones digitales: “Los medios actuales permiten que nos comuniquemos y que compartamos conocimientos y afectos. Sin embargo, a veces también nos impiden tomar contacto directo con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro y con la complejidad de su experiencia personal”.
Entendida la Laudato si desde esta perspectiva, en nuestra comunicación como cristianos, tenemos cuatro responsabilidades importantes:
- La de cuidar nuestra interioridad viviendo sabiamente, pensando en profundidad y amando con generosidad,
- La de cuidar lo débil, abrazando la fragilidad del planeta también en los pobres,
- La de tomar contacto directo con la angustia, el temblor y la alegría de los otros y
- La de tomar conciencia del impacto que tiene fuera de nosotros mismos, cada decisión, cada acción.
No podemos vivir con dobles personalidades, la digital y la presencial. Tanto en lo digital como en lo presencial somos una sola realidad. En ambos ambientes nuestra forma de vida es la misma: o ecológicamente cristiana o no.
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